TUENTI

Queen of Darkness

SEGUIDORES DE MI LOCURA

viernes, 12 de noviembre de 2010

Que te follen

Hoy dejo aquí esta gran canción, que en cuatro minutos escasos dice muchas cosas, aprovechando que pronto será el día Contra la Violencia de Género, para que la podais escuchar, y fijaros bien en la letra, porque tiene tanta razón... Y si conoceis a alguien que sufre violencia de género ya sabeis qué debeis hacer. Y que los follen a todos.

Stravaganzza - Que te follen

No sigas, basta ya, no quiero seguir así.
Ya no tiene sentido…
Sólo por querer una vida junto a ti
me encuentro en el silencio.
¿Por qué me sigues torturando así?
¿Qué más quieres de mí?
Y luego vienes y me haces decir
lo que no siento.
La soledad es un lugar común
que yo frecuento.
¿Por qué me sigues torturando así?
¿Qué más quieres de mí?
Sin ti mi vida podrá resurgir,
Y tú, ¿qué harás sin mí?
Si luego vienes y me haces decir
lo que no siento.
La soledad es un lugar común
que yo frecuento.
Déjame en paz, no puedo más,
sin aire para respirar.
No necesito para nada ya
tu ira y tu maldad.
Lejos de ti hoy partiré
y que te follen de una vez.
Hoy recupero mi lugar
y debo advertirte.
Si tú vienes y me haces decir
lo que no siento.
La soledad será el lugar común
de tu destierro.
Si luego vienes y me haces decir
lo que no siento.
La soledad será el lugar común
de tu destierro.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Soneto CXXXII

Si no es amor, ¿qué es esto que yo siento?
Mas si es amor, por Dios, ¿qué cosa y cuál?
Si es buena, ¿por qué es áspera y mortal?
Si mala, ¿por qué es dulce su tormento?
Si ardo por gusto, ¿por qué me lamento?
Si a mi pesar, ¿qué vale un llanto tal?
Oh viva muerte, oh deleitoso mal,
¿por qué puedes en mí, si no consiento?
Y si consiento, error grave es quejarme.
Entre contrarios vientos va mi nave
–que en altamar me encuentro sin gobierno–
tan leve de saber, de error tan grave,
que no sé lo que quiero aconsejarme
y, si tiemblo en verano, ardo en invierno.

Francesco Petrarca

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Morir viviendo


Eso no es la muerte, sino los muertos, o lo que queda de los vivos. Estos huesos son el dibujo sobre el que se labra el cuerpo del hombre. La muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos vuestra muerte. Tiene la cara de cada uno de vosotros, y todos sois muertes de vosotros mismos. La calavera es el muerto, y la cara es la muerte. Y lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo.

[Los sueños - Francisco de Quevedo]

El deseo


Aquí os dejo unas cuantas frases sobre el deseo que me llamaron la atención, y me gustaron. Espero que a vosotros también os gusten.

Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.

[Miguel de Cervantes Saavedra]

Amar sin deseo es peor que comer sin hambre.

[Jacinto Octavio Picón]

El hombre tiene el amor por ala, y el deseo por yugo.

[Victor Hugo]

El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir.

[Marcel Proust]

Prohibir algo es despertar el deseo.

[Michel Eyquem de Montaigne]

No se desea lo que no se conoce.

[Ovidio]

Cuando dos hombres desean la misma cosa que no pueden gozar juntos se convierten en enemigos.

[Thomas Hobbes]

jueves, 26 de agosto de 2010

...

El mundo continúa girando y no se detiene ante nada.
La Tierra sigue rotando y mantiene su viaje en torno al Sol.
El tiempo transcurre, las agujas pasean por la esfera del reloj y no encuentran obstáculos en su camino; la arena sigue cayendo...
El Sol aparece y desaparece como cada día, dejando paso a la Luna, que vela sus noches y vigila la Tierra en su ausencia.
Los pájaros mantienen su constante ir y venir, guiándose por sus propios instintos.
El cielo cambia su color, el verano deja lugar al otoño y éste, a su vez, al invierno, antes de que la primavera regrese.
El Sol regresa tras la tormenta y la vida da paso a la muerte...
Todo está en constante movimiento.
El mundo gira y gira a tu alrededor mientras tú permaneces impasible ante los cambios, ante la evolución de tu entorno.
Conservas aún los recuerdos de tu infancia. Evocas cada palabra escuchada, cada flor percibida, cada abrazo recibido, cada deseo anhelado...
Mantienes las ilusiones que te hicieron feliz tiempo atrás, sin saber que ya no sirven de nada.
Proteges esa sonrisa que consigue que todo parezca más sencillo, más bello y menos oscuro, pero, ni aun encerrándola bajo siete llaves podrás impedir que se deteriore.
Siempre habrá algún factor que contribuya a que las flores pierdan su color, marchiten y caigan, pues, aunque alguien cuide de ellas, las mime y esté pendiente de ellas...
¿quién es capaz de vencer al viento, a la tempestad?

miércoles, 18 de agosto de 2010

Ser o no ser

Ser o no ser… He ahí el dilema. ¿Qué es mejor para el alma, sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos, levantarse en armas contra el océano del mal, oponerse a él y que así cesen? Morir, dormir… Nada más; y decir así que con un sueño damos fin a las llagas del corazón y a todos los males, herencia de la carne, y decir: ven, consumación, yo te deseo. Morir, dormir, dormir… ¡Soñar acaso! ¡Qué difícil! Pues en el sueño de la muerte ¿qué sueños sobrevendrán cuando despojados de ataduras mortales encontremos la paz? He ahí la razón por la que tan longeva llega a ser la desgracia. ¿Pues quién podrá soportar los azotes y burlas del mundo, la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio, la angustia del amor despreciado, la espera del juicio, la arrogancia del poderoso, y la humillación que la virtud recibe de quien es indigno, cuando uno mismo tiene a su alcance el descanso en el filo desnudo del puñal? ¿Quién puede soportar tanto? ¿Gemir tanto? ¿Llevar de la vida una carga tan pesada? Nadie, si no fuera por ese algo tras la muerte –ese país por descubrir, de cuyos confines ningún viajero retorna- que confunde la voluntad haciéndonos pacientes ante el infortunio antes que volar hacia un mal desconocido. La conciencia, así, hace a todos cobardes y, así, el natural color de la resolución se desvanece en tenues sombras del pensamiento; y así empresas de importancia, y de gran valía, llegan a torcer su rumbo al considerarse para nunca volver a merecer el nombre de la acción.

Hamlet

[Hamlet - William Shakespeare]

martes, 17 de agosto de 2010

Piratas del Caribe. El Cofre del Hombre Muerto


Elisabeth, esa ropa no os queda bien, o vestido o nada, y en mi camarote no tengo ningún vestido… (Jack Sparrow)


¿Se te ha perdido algo cara-calamar? Mira esto, ¡Tengo un tarro de tierra! ¡Tengo un tarro de tierra! ¡Adivina qué hay dentro! (Sparrow)





Sparrow: ¿Esto es un sueño?
William Turner "El botas": No.
Sparrow: Lo suponía. Si fuera un sueño, habría ron.

Elizabeth Swann: Va a llegar el momento en el que tengais la oportunidad de hacer lo correcto.
Sparrow: ¡Me encantan esos momentos!¡Los saludo con la mano mientras pasan de largo!

¡Me encanta el matrimonio! Es como una apuesta para ver quién se desenamora primero. (Sparrow)

Sparrow: Buscamos el cofre de Davy Jones.
Will Turner: ¿Eso ayudará a Elizabeth?
Sparrow: ¿Qué sabes acerca de Davy Jones?
Will: No mucho, la verdad.
Sparrow: Sí, eso ayudará a Elizabeth.

Will: La Perla Negra se ha hundido junto con su Capitán.
Gibbs: Así es, y ya parece que el mundo sonríe un poco menos. Nos traicionó a todos hasta el último momento, pero al final venció su honradez.

Gibbs: Es una llave.
Sparrow: No, mucho más mejor, es el dibujo de una llave. Caballeros, ¿para qué son las llaves?
- Las llaves abren ¿cosas?
Gibbs: Y abra lo que abra esa llave dentro tiene que haber algo valioso, de modo que nos dispondremos a averiguar qué es lo que abre.
Sparrow: No. Sin esa llave, no podemos abrir lo que sea que no tenemos que abre la llave, así que ¿de qué serviría encontrar lo que sea que hay que abrir, y que no tenemos, sin haber encontrado antes la llave que lo abre?
Gibbs: Entonces, ¡debemos buscar la llave!
Sparow: Eso no tiene sentido. ¿Alguna otra pregunta?




Davy Jones: Pero dime Sparrow, ¿podrás soportarlo? ¿Condenar a una vida de servidumbre a un inocente, a un amigo, mientras tú navegas a tu antojo?
Sparrow: Sí, lo soportaré. ¿Lo sellamos con sangre? Digo… eh… ¿tinta?

Will: ¿Ése es el Holandés Errante? No parece gran cosa.
Sparrow: Tú tampoco. No lo subestimes.

Sparrow: Tranquilos caballeros, Tía Dalma y yo somos amigos, como uña y carne, inseparables casi. Lo éramos… lo fuimos… tiempo atrás.
Gibbs: Tranquilo Capitán, vigilaré tu espalda.
Sparrow: Es lo de delante lo que me preocupa.

Tía Dalma: Hasta que Davy Jones se topó con aquello que inquieta a todo hombre.
Gibbs: ¿Qué inquieta a todo hombre?
Tía Dalma: ¿Qué será?
Gibbs: Pues la mar.
Pintel: Las sumas.
Raggeti: La disyuntiva entre el bien y el mal.
Sparrow: ¡Una mujer!

Jack Sparrow es un ser en vías de extinción, debe encontrar su lugar en el nuevo mundo o perecer, igual que vos, señor Turner. (Lord Cutler Beckett)


Elizabeth: Capitán Sparrow.
Sparrow: ¿Te unes a mi tripulación? Bienvenido a bordo.
Elizabeth: Vengo a buscar al hombre que amo.
Sparrow: Me siento halagado hijo, pero mi primer y único amor es la mar.
Elizabeth: Me refiero a Will Turner, Capitán Sparrow.
Sparrow: ¿Elizabeth? ¡Esconded el ron!

Próximamente: Piratas del Caribe. En el Fin del Mundo

viernes, 13 de agosto de 2010

Definición de amor

Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte.

Celestina

[La Celestina - Fernando de Rojas]

domingo, 1 de agosto de 2010

Poema 7

Pensamientos perdidos sin razón,
Un suspiro que se mezcla con el viento,
Intentando expresar los sentimientos
Que no llega a mostrar el corazón.

Palabras que se clavan como puñales,
Historias que brotaron sin pensar,
Canciones que no tienen un final,
Y que sólo expresan las verdades.

Miradas que te elevan por el aire,
Sonrisas que sustituyen mil palabras,
Ilusiones que te brindan las alas
Que no llegará a cortarte nadie.

Recuerdos que rescatan sensaciones,
Viajes directos al infinito,
Decisiones que trazan un camino
Repleto de nuevas emociones.

Queen of Darkness

Increpación al amor

¡Oh amor, amor, que no pensé que tenías fuerza ni poder de matar a tus sujetos! Herida fue de ti mi juventud. Por medio de tus brasas pasé. ¿Cómo me soltaste, para darme la paga de la huida en mi vejez? Bien pensé que de tus lazos me había librado cuando los cuarenta años toqué, cuando fui contento con mi conyugal compañera, cuando me vi con el fruto que me cortaste el día de hoy. No pensé que tomabas en los hijos la venganza de los padres. Ni sé si hieres con hierro, ni si quemas con fuego. Sana dejas la ropa, lastimas el corazón. Haces que feo amen y hermoso les parezca. ¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fueses, amarías a tus sirvientes; si los amases, no les darías pena: si alegres viviesen, no se matarían como ahora mi amada hija. […] Dulce nombre te dieron, amargos hechos haces. No das iguales galardones: inicua es la ley que a todos igual no es. Alegra tu sonido, entristece tu trato. ¡Bienaventurados los que no conociste, o de los que no te curaste! “Dios” te llamaron otros, no sé con qué error de su sentido traídos. Cata que Dios mata los que crió: tú matas los que te siguen. ¡Enemigo de toda razón! A los que menos te sirven das mejores dones, hasta tenerlos metidos en tu congojosa danza. Enemigo de amigos, amigo de enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? Ciego te pintan, pobre y mozo; ponte un arco en la mano, con que tires a tiento; más ciegos son tus ministros, que jamás sienten ni ven el desabrido galardón que se saca de tu servicio.

Pleberio

[La Celestina - Fernando de Rojas]

sábado, 24 de julio de 2010

Orgullo

Podemos ser las mejores personas del mundo, pero todos y cada uno de nosotros tenemos orgullo. El orgullo está en constante lucha con la razón, y muy a menudo sale vencedor, pues nos dejamos llevar por él sin detenernos ni un segundo a meditar las posibles consecuencias.
Por orgullo seríamos capaces de enfrentarnos a cualquiera, sin importar cuánto daño podamos llegar a hacer, pues el orgulloso se crea su propio mundo en el que él siempre tiene la razón, e inventa versiones de las situaciones que para él serán las únicas válidas, aunque no siempre sea así, y llegará un momento en el que no sólo hará daño a las personas de su entorno, sino a sí mismo, ya que se creerá tanto su punto de vista que no será capaz de ver más allá y, aun sabiendo que esa versión de la realidad puede ser falsa y haber sido creada por su imaginación, lo verá todo como cierto y se engañará a sí mismo constantemente, perjudicando tanto a él como a los demás.
El orgullo nos hace incapaces de ceder ante los demás, aunque sepamos que son ellos quienes tienen la razón y no nosotros, pero, precisamente por orgullo, jamás lo reconoceremos. Tampoco reconoceremos, por la misma razón, que nos hemos equivocado en algo, o que tenemos problemas con determinado asunto, e intentaremos solucionarlo todo por nosotros mismos y jamás pediremos ayuda a nadie, ya que siempre aseguraremos que está todo bien y que sabemos hacerlo todo y lo hacemos perfectamente.
En más de una ocasión deberíamos tragarnos el orgullo. Un “tienes razón, me equivocaba” puede solucionar algunas disputas y evitar que se creen enfrentamiento entre personas que se aprecian o quieren y que pueden separarse si son cegados e influenciados por el orgullo.
Pero… veamos ahora la situación opuesta. ¿Cómo sería el mundo si no tuviéramos orgullo?
Seríamos fácilmente manipulables y los que poseen el poder moverían nuestros hilos a su antojo (más de lo que ya lo hacen…). Además nos pisotearían sin piedad y seríamos como animales domésticos, pájaros enjaulados, o incluso como corderos colocados en fila hacia el matadero.
Aunque, quién sabe, si no tuviéramos orgullo la razón no tendría rival y nos dejaríamos aconsejar por ella, pensaríamos todo dos veces antes de dejarnos llevar por impulsos. Y, tal vez, al meditar las cosas un poco más y volvernos más racionales, haríamos todo mejor y con más calma…
Por tanto… El orgullo: ¿Es bueno o malo?

viernes, 2 de julio de 2010

Rima LII

Olas gigantes que os rompéis bramando
En las playas desiertas y remotas,
Envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis
Del alto bosque las marchitas hojas,
Arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayo
Y en fuego encienden las sangrientas orlas,
Arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vértigo
Con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
Con mi dolor a solas!

Gustavo Adolfo Bécquer
Sólo los fuertes sobreviven...

jueves, 13 de mayo de 2010

Poema 6

Nunca creí en los cuentos de hadas,
Con bailes eternos y largos vestidos,
Ni en vagas canciones que no llegan al alma,
Vacías sonatas, extraños sonidos.

Sólo me queda una oscura mañana,
Un sol apagado que pierde sentido,
Astillados recuerdos, miradas heladas,
Ocultos secretos, caminos perdidos.

Partidas sonrisas de porcelana,
Un sentimiento que vive dormido,
El fuego que aviva la horrible llaga
De un corazón que nunca ha latido.

En el pasado dejo la esperanza,
Sensación que quedó en el olvido,
Ahora me acompañan esos fantasmas
Que intentan arrebatarme el sentido.

Bailemos una siniestra danza,
Un baile eterno hacia el abismo,
Nuestra última ficha jugada
Antes de saltar al vacío.

Queen of Darkness

martes, 11 de mayo de 2010

Hasta siempre

Vida Efímera Fugaz
Pensamos que la controlamos, que está en la palma de nuestra mano y que si la agarramos no se escapará. Sin embargo, llega un momento en el que, sin que apenas nos demos cuenta, se desvanece como el humo, se nos escurre entre los dedos transformada en un caudal de lágrimas…
Inevitable
Un día están aquí, haciéndonos sonreír y, en un instante, nos los arrebatan sin pedirnos permiso, sin pensar en nosotros, en nuestros sentimientos, sin avisar siquiera para prepararnos… Los apartan de nuestro lado…
Sólo nos queda la nostalgia, el refugio de nuestros pensamientos, la fuerza del recuerdo, el consuelo de que permanecerán en nuestra memoria pase el tiempo que pase. Caiga la lluvia que caiga sus huellas no se borrarán y su risa se seguirá escuchando por encima del estruendo de la tormenta.
No debemos olvidarlos. Recordar los buenos momentos es lo que nos mantiene fuertes y nos ayuda a seguir tras una triste pérdida…
Descansarán en paz en nuestra memoria, por toda la eternidad

viernes, 7 de mayo de 2010

¿Qué es la vida? ... ¿Qué es la muerte?

Esta es una reflexión de mi amiga Alba (su tuenti: Alal García Ballano). Me encanta cómo escribe, y además me ha pedido que suba aquí su reflexión, y yo lo hago encantada, es un placer tener en mi blog textos así. A ver ai alguien más se anima ;)

Vidas y muertes. Todas son iguales.
¿Qué es la vida para nosotros?
Agua; agua porque siempre se recupera, como un paciente.
Pero siempre hay algo que acecha a la vida, y es la muerte.
La muerte es el fuego; fuego porque si hay en gran cantidad, mata al agua. No la deja respirar, no la deja vivir.
Y así es como la muerte acaba con la vida. Simplemente como un juego de ajedrez.
Las negras comen a las blancas, y las blancas comen a las negras.
¿Entonces quién es la vida en esta partida si todos al final acaban destruyéndose?
Una partida de ajedrez es un juego, como la vida misma.
Y un juego es algo simple, algo en el que la imaginación es lo único que cuenta.
¡Como cuando un loco idea un plan!
Ese loco desearía tener poderes o magia en sus manos. ¿Lo consigue?
¡Claro!
¿Gracias a quién?
A la imaginación. Pero la imaginación puede causar la muerte, ¿por qué no? Simplemente tienes que creer en lo que piensas. Como cuando quieres crear la vida.
Recuerdo… ¿Qué recuerdo? Ah sí, ese día en el que mi amiga Diana jugaba en el parque con dos muñecas de porcelana.
Una tenía un vestido blanco, y la otra rojo.
Diríase que la niña pretendía que la del vestido blanco matara a la del vestido rojo. Y todo utilizando la imaginación.
Ella le había dado vida a las dos muñecas y posteriormente muerte a una de ellas.
¿Y por qué la roja muere y no la blanca ya que el blanco siempre ha representado la vida?
Porque en la realidad, la vida es la muerte y la muerte es la vida. No se puede diferenciar.
El fuego mata al agua como el agua come al fuego, y las negras comen a las blancas como las blancas comen a las negras.
La vida y la muerte son un juego… Como una simple partida.

Nothing else matters

A petición de mi querida Alba (su tuenti: Alal García Ballano), aquí os dejo este pedazo de canción, que me encanta.

http://www.youtube.com/watch?v=scDdiHIP4ag&feature=related
Metallica: Nothing else matters

So close no matter how far
Couldn't be much more from the heart
Forever trusting who we are
And nothing else matters
Never opened myself this way
Life is ours, we live it our way
All these words I don't just say
And nothing else matters
Trust I seek and I find in you
Every day for us something new
Open mind for a different view
And nothing else matters
Never cared for what they do
Never cared for what they know
But I know
So close no matter how far
Couldn't be much more from the heart
Forever trusting who we are
And nothing else matters
Never cared for what they do
Never cared for what they know
But I know
Never opened myself this way
Life is ours, we live it our way
All these words I don't just say
And nothing else matters
Trust I seek and I find in you
Every day for us something new
Open mind for a different view
And nothing else matters
Never cared for what they say
Never cared for games they play
Never cared for what they do
Never cared for what they know
And I know
So close no matter how far
Couldn't be much more from the heart
Forever trusting who we are
No, nothing else matters

Absurda ilusión...

Absurda ilusión...
Te llevas palos y más palos pero te sigue acompañando la esperanza.
Crees que alguna vez todo cambiará.
Tropiezas siempre con la misma piedra y te sigues levantando, pero cuando estás de pie, irguiéndote tras un descuido, siempre hay alguien que te empuja para que vuelvas a caer... Y aun así, TE LEVANTAS. Eso sí, cada vez con menos fuerzas...
Y todo empieza de nuevo. Juras que no volverá a ocurrir, que esta vez será diferente... ¡¡MENTIRA!!
Te prometes que no volverás a caer en la trampa que te persigue, pero no haces más que engañarte...
Lo intentas, te ciñes un escudo protector y congelas el corazón, creyendo que será suficiente, que nadie romperá esas barreras...
Pero SIEMPRE OCURRE. Alguien consigue quebrar tus muros.
Absurda ilusión...

domingo, 2 de mayo de 2010

Poema 5

Caminando en penumbra,
Entre el cansancio y el frío,
Nuevas luces me alumbran
Ahora por ellas me guío.

Encuentro la esperanza,
Todo cambia su sabor,
Olvido la añoranza
Y sucumbo al calor.

Ni el tiempo ni el espacio
Torturan ya mi mente,
Moviéndome despacio
Ya no veo a la gente.

Siguiendo mis latidos,
Contengo el aliento,
Obedezco a mis sentidos,
Me mece otro viento.

Recupero una sonrisa,
Desaparecida tiempo atrás,
Mezclándome con la brisa
Que me ayuda a volar.

Queen of Darkness

miércoles, 14 de abril de 2010

No lo sé...

I don't know...

...Who I am
...Where I am
...Where I'm going
...What to do
...Where you are
...WHAT I'VE DONE

sábado, 3 de abril de 2010

Faetón, el hijo del Sol

Faetón no tiene dudas de que su padre es el Sol. Su madre, Clímene, se lo ha dicho y repetido cientos de veces, y él se jacta de ello ante todos. Hasta el día en que Épafo se cruza en su camino.
- Eres un insensato al creer todo lo que tu madre cuenta –le dice –Te enorgulleces de un padre que no es el tuyo. ¿Qué pruebas tienes para desmentirme?
Faetón calla, avergonzado y colérico a la vez, pero se reprime y acude a su madre para narrarle la afrenta recibida.
- No he podido desmentir el ultraje –dice –Si es verdad que mi padre es el Sol, dame una prueba de ello. ¡Demuestra que pertenezco al cielo!
La madre, conmovida, alza los brazos y mira los rayos resplandecientes:
- Juro, hijo mío, que has sido engendrado por ese astro que todo lo gobierna. ¡Si es falso lo que digo, que esta luz me ciegue y que estos rayos sean los últimos que vea! Y no será difícil para ti llegar hasta tu padre y salir de dudas. La mansión de la que él sale es contigua a nuestro país. ¡Ve y pregúntaselo!
Faetón no vacila un instante. Abraza a su madre y parte, alegre y ligero, hacia el palacio del Sol. Arduo es el sendero que lo conduce a esa morada resplandeciente, de oro y granates, marfil y plata, y, cuando por fin entra en ella, no puede soportar la luz que irradia el rostro de su padre.
Sentado en trono de esmeraldas y ataviado de púrpura, el Sol tiene a su vera al Día, al Mes, al Año, a las Horas y a los Siglos; la joven Primavera ornada de flores, el Verano con espigas, el Otoño con sus uvas, el Invierno con su helada y blanca cabellera.
- ¿Qué has venido a buscar en esta alta morada? –pregunta el Sol al deslumbrado Faetón.
- ¡Oh, padre, dame una prueba de que en verdad soy hijo tuyo! ¡Aleja la incertidumbre de mi alma!
- Yo no puedo negar que eres mi descendiente. Y, para demostrártelo, te otorgaré lo que quieras. Pide, y yo te daré… ¡Lo juro por los ríos infernales que jamás he visto!
Y Faetón pide:
- Dame tu carro de fuego por un día. Déjame guiar tus caballos alados.
Apenas lo dice, su padre se arrepiente del juramento dado:
- ¡Ojalá me fuera permitido renegar de mis palabras! Ignoras el peligro al que te expones; tu destino es mortal y lo que ambicionas no es propio de mortales. ¡Pídeme otra cosa, pero no ésta!
Faetón insiste, el carro es lo que quiere y no otra cosa, y el Sol no puede faltar a su juramento. Entonces, intenta convencerlo enumerando los riesgos a que se expone:
- Escúchame, Faetón, ningún dios, ni Júpiter, soberano del Olimpo, puede conducir ese carro que me está destinado; la primera parte del camino es difícil para los caballos que aún están descansados… ¡tan empinada es! La parte media atraviesa la región más elevada del cielo y yo mismo he sentido muchas veces pánico al divisar desde esa altura el mar y la tierra. Créeme, mi pecho ha palpitado de terror… La última parte del sendero es una pendiente pronunciada y necesita un guía seguro, el cielo está en un continuo movimientos circular que arrastra a las constelaciones. Yo dirijo mi carro en sentido contrario con gran esfuerzo, ¿podrás tú avanzar contra la rotación de los polos sin que su veloz eje te arrastre? Y, aunque logres dominarlo, deberás pasar entre los cuernos de Tauro, atravesar las feroces fauces de Leo y las pinzas terribles del Escorpión; Sagitario te cerrará el paso y miles de peligros estarán al acecho… ¡Desiste de tu deseo! Me pides garantías de que soy tu padre… ¿Qué mejor garantía que mi angustia ante lo que pueda sucederte?
Las palabras del Sol no hacen más que avivar en su hijo el deseo de conducir ese carro de fuego por los caminos celestes. Ya se acerca el momento de que el carro, salido de las manos de Vulcano, hacedor de instrumentos divinos, inicie su recorrido. Allí está, con sus ejes y sus ruedas recubiertas de oro, con sus radios de plata, su yugo cuajado de reluciente pedrería; ya la Aurora abre sus puertas rojas y las estrellas huyen apresuradas mientras se desvanecen los cuernos de la Luna. Las Horas son las encargadas de uncir a los caballos que se agitan, lanzando llamaradas por las fauces, y el padre da los últimos consejos, mientras unta el rostro de su hijo con una sustancia divina. Sólo así podrá resistir el calor de las llamas. Después ciñe la joven cabeza con los rayos y no puede ocultar su profunda angustia:
- Escucha y haz caso de lo que te digo: usa poco la aguijada y mucho las riendas. Son caballos briosos y golpean de buena gana, lo difícil es sujetarlos. Elige el sendero oblicuo que, en amplia curva, evita el polo austral y la constelación de la Osa. En ese camino verás claramente mis huellas. Para lograr que la tierra y el cielo tengan temperaturas parejas, no desciendas ni te eleves demasiado, ni te inclines a la izquierda ni a la derecha, pues las ruedas pueden tocar las constelaciones de la Serpiente o del Altar. ¡Que la Fortuna te ayude, hijo mío! Si desistes, que sea ahora, cuando aún estás en suelo firme…
Pero ya Faetón se yergue sobre el carro resplandeciente, mientras los cuatro corceles –Ardiente, Aurora, Fogoso y Llameante –lanzan relinchos y bocanadas de fuego, golpean las barreras con sus cascos. Tetis, diosa del mar, las retira, y los corceles se precipitan hacia adelante abatiendo las nubes y luego se elevan impulsados por sus alas.
En seguida se dan cuenta de que el conductor que llevan no es el habitual; es mucho más liviano y el carro salta, con sacudidas bruscas, como si estuviera vacío. Entonces los caballos se apartan del sendero trillado y se lanzan por caminos desconocidos. Se calientan las Osas, se enardece la Serpiente. Faetón mira hacia la tierra y lo que ve lo deja aterrado, mientras es arrastrado como nave sin timón por la tormenta y no puede retroceder. Mucho es el camino que ya ha recorrido y mucho el que le falta por recorrer; el ocaso está aún lejos, jamás podrá alcanzarlo. Escorpión lo espera, con sus pinzas abiertas y su corvo aguijón cargado de veneno. El terror hace soltar a Faetón las riendas, y los caballos galopan por rápidas y escarpadas pendientes hacia la tierra.
Comienzan a incendiarse aquí y allá las altas cimas; la corteza terrestre se abre en grietas; arden los árboles y las mieses, como antorchas, y los montes se convierten en gigantescas llamaradas. Arde el Parnaso, los Apeninos, los Alpes, el Caúcaso. Mueren las fuentes, los lagos, y los ríos, incluso los más grandes, humean en medio de sus ondas. Hierve el Peneo y el Eúfrates, el Ganges y el Po, el Tíber, el Ródano y el Rin; y el oro que el Tajo guarda en su corriente fluye derretido por el fuego. En la tierra resquebrajada, la luz penetra hasta las profundidades del Tártaro, iluminando sus nieblas infernales, y el mar, espantado, se retrae. Donde antes se extendían sus transparentes olas, ahora hay una inacabable llanura de arena. Tres veces se atrevió Neptuno a asomar la cabeza entre las aguas. Las tres veces le fue imposible soportar el aire abrasador.
Devoradas por las llamas, desaparecen las ciudades, orgullo de los hombres, que caen junto con ellas convertidos en cenizas. La Tierra levanta su rostro desolado en medio del desastre, cubre su frente con la mano y se agita en profundo temblor:
- Si éste es tu voluntad… ¿por qué, oh el más alto de los dioses, se hacen esperar tus rayos? Si tengo que perecer por el fuego, al menos hazme perecer en tu fuego –dice con la voz estremecida -¿Por qué también tu hermano, el mar, sufre esta suerte? ¡Si no tienes piedad de él ni de mí, al menos tenla de tu propio cielo! Ya los polos están humeando, y, si el fuego los incendia, vuestros palacios celestes caerán derrumbados… Ahí tienes a Atlas, ¡apenas puede sostener sobre sus hombros el eje incandescente del mundo! ¡Si cae la mansión celeste, volveremos al antiguo Caos! ¡Preserva de las llamas lo que aún queda y salva el Universo!
Al oír las palabras de la Tierra, Júpiter todopoderoso llama a los dioses y al Sol como testigos, y anuncia:
- He de obrar, antes de que todo perezca en horroroso fin.
Sube a su alta fortaleza e intenta acumular nubes y extenderlas sobre la tierra. Pero ya no hay nubes que, deshechas en lluvia, apaguen tanto fuego. Sólo le resta al dios la fuerza de su rayo. Y, tronando, blande su arma celeste, la alza junto a su oreja y la arroja contra el carro. Así, con fuego detiene el fuego: el carro estalla, huyen los caballos, y Faetón cae, incendiados sus cabellos, dando vueltas hacia el abismo.
Va describiendo un largo trazo cual si fuera una estrella, para caer por fin en tierras lejanas. Allí, las náyades lavan su cuerpo ennegrecido y lo entierran componiendo para él este epitafio:
“Aquí yace Faetón, auriga del carro de su padre. Si no logró gobernarlo, al menos lo intentó, y sucumbió en la grandiosa empresa”.
Lloraron a Faetón su madre y sus hermanas, y el Sol escondió su rostro dolorido. Dicen que por un día no apareció sobre la tierra. Enorme ha sido el desastre.
Por su parte, Clímene, abatida, fuera de sí y desgarrándose el pecho, recorrió el mundo entero buscando los miembros inertes y los huesos de su hijo. Los encontró sepultados en la ribera de un río extranjero.
Entretanto el padre de Faetón, desaliñado y despojado de su esplendor, odia la luz, se odia a sí mismo y al día y niega al mundo sus servicios. “¡Que otro cualquiera conduzca el carro portador de la luz! Si no hay nadie que lo haga y todos los dioses confiesan que son incapaces, que lo conduzca él, para que, al menos mientras prueba mis riendas, abandone alguna vez los rayos que dejan a los padres sin hijos”. Lo rodean las divinidades y le ruegan que no deje al mundo en tinieblas. El propio Júpiter se excusa. Reúne entonces Febo a sus caballos enloquecidos y los golpea, resentido; está furioso y les achaca la muerte de su hijo.

[Ovidio - Metamorfosis]

jueves, 1 de abril de 2010

La casa de Asterión

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.


Jorge Luis Borges

domingo, 28 de marzo de 2010

La última noche

Paseaba por la calle como cualquier otro día, notando sobre mí el menosprecio del resto de vecinos, e ignorándolos por completo, como siempre.
Aquella tarde se diferenciaba de las demás por la sensación que recorría mi cuerpo. A mis setenta años sentía una vitalidad que no era normal. Mi energía era similar a la del hijo adolescente de mis vecinos de enfrente. Cada día salía a caminar por la ciudad durante un par de horas o pedaleaba en la bicicleta estática que mis hijos me habían regalado en mi último cumpleaños. Se podría decir que estaba en plena forma, al igual que mi mujer. No éramos los típicos abuelos que no salían de casa ni a por el pan y pasaban las horas viendo la televisión tirados en el sofá. Nosotros nos íbamos de excursión siempre que podíamos o visitábamos a nuestros hijos, que vivían en ciudades diferentes del país, muy a menudo.
Entré en casa silbando la melodía de una canción que conocía desde que era un muchacho. Aquella canción sonaba el día en que conocí a la que poco tiempo después sería mi esposa, la mujer que me había hecho feliz los últimos cincuenta años.
Ella se encontraba en el salón. Llevaba puesto un vestido precioso que nunca le había visto y su sonrisa me recordó el motivo por el que me había enamorado de ella.
En la mesa había dos copas de cristal, una botella del mejor champán y velas de varios tamaños y colores, al igual que en el resto del salón. Íbamos a celebrar nuestro aniversario número cincuenta, las bodas de oro.
Me acerqué a mi esposa y le di un apasionado beso, tras el cual bebimos un poco de aquel champán. Se dirigió al reproductor de música y, tras pulsar un botón, comenzó a sonar nuestra canción, aquella que silbaba yo al entrar en casa. Bailamos juntos como hacíamos cada día después de cenar, era nuestro ritual de cada noche.
Cuando la canción terminó fuimos al dormitorio, decorado también por velas y, además, pétalos de rosa. Le bajé la cremallera del vestido a mi esposa y le di un masaje, que me fue devuelto un rato después, junto con un tierno beso.
Tal vez fuera el champán, tal vez los masajes, o quizá las velas que adornaban la habitación, pero poco después nos uníamos movidos por la pasión, sin darnos cuenta de que la ropa que antes tapaba nuestros cuerpos yacía en el suelo alimentando el fuego de las velas, un intenso fuego parecido al que sentimos nosotros terminando de la mejor manera posible el mejor día de nuestras vidas, y el último…

Los espíritus de la tormenta - Evelyn de Morgan

viernes, 19 de marzo de 2010

Poema 4

Como un árbol que se mece
Al son que marca el viento,
Como un suspiro que se escucha
Y te deja sin aliento,
Como esas aves que se marchan
Cuando llega el frío invierno,
Todo continúa igual,
Todo avanza con el tiempo.

Como un sediento caminar
Por un cálido desierto,
Como una obra sin compás
Grabada en tu pensamiento,
Como esas hojas arrancadas
De un libro recién abierto,
Nada puedes controlar,
Aún no llega tu momento.

Como una llama que se apaga
En el olvidado cenicero,
Como unas luces que te indican
Cuál es el lugar correcto,
Como un tren que no se va
Sin todos sus pasajeros,
Aún lo puedes alcanzar,
Y escoger lo verdadero.

Como un niño cuando duerme
Y olvida los pensamientos,
Como un anciano que se alegra
Cuando ve que está despierto,
Como alguien que no mira
Si tienes un buen aspecto,
Mira de nuevo atrás,
Y recupera el sentimiento.

Queen of Darkness